El hombre que se atreve a criticar al amor. Entrevista a Ruwen Ogien (traducción del original en francés)

26 Sep

ruwen_ogien_sciences_humainesEl filósofo Ruwen Ogien disecciona el sentimiento del amor y denuncia el puritanismo imperante*

Cocine un rape asado para un filósofo estoico, ofrézcale un filet mignon o una codorniz rellena, él solo verá una comida de «cadáveres», así lo resumía Marco Aurelio. Ruwen Ogien revive esta postura crítica filosófica y ataca al amor en su última obra. Denunciando los elogios automáticos y las injerencias normativas asociadas, el filósofo estima que la concepción dominante de este sentimiento escondería una ideología hostil a la libertad individual y a la realización personal. Ésta es la cuestión que está en juego en su último ensayo, Filosofar o hacer el amor (Grasset, 2014): mostrar, de manera razonada y desapasionada, que nuestro sentimentalismo a menudo sirve como punto de apoyo a diversas formas de represión y exclusión social. Uno puede estar o no de acuerdo con estas tesis, pero si la función principal de la filosofía es poner en cuestión los prejuicios y adoptar una postura escéptica frente a las ideas recibidas, el enfoque de R. Ogien no deja indiferente a nadie.

Usted es sobre todo conocido por sus trabajos sobre ética y libertad ¿Por qué se interesa hoy por el amor?

Algunas de esas razones son muy personales, relacionadas con experiencias felices o infelices, como siempre que se trata de amor. Pero también hay un vínculo con mis obras anteriores, porque nuestra visión del amor no es independiente de nuestras representaciones políticas y morales. He querido resaltar la función conservadora, puritana y antisexual de la «alabanza de amor» que prolifera en nuestro tiempo, tanto en la filosofía como en las revistas de psicología destinadas al gran público. Con el pretexto de hablar de amor, estos elogios tienden a enterrar la libertad sexual en sus aspectos corporales, legales y sociales, como si de una reliquia del pasado se tratara. Enmarcada en la pura tradición moralista, esta visión opone a la verdadera libertad, la libertad de actuar en favor de lo que se supone que es bueno y justo, la libertad ilusoria, la libertad de seguir los deseos propios, que designa bajo las denominaciones despectivas de “licencia” o de “libertinaje”.

¿Defender el amor sería entonces reaccionario?El elogio del amor, cubierto con una gruesa capa de sentimentalismo kitsch, siempre ha sido un género popular. Pero lo que creo que es nuevo hoy es que este sentimentalismo a menudo se utiliza como punto de apoyo para rechazar el individualismo moderno y el modelo social «neoliberal». Encontramos  este patrón entre autores, a priori, muy diferentes de la derecha conservadora o de la izquierda radical, desde Alain Finkielkraut, Alain Badiou. Para todos estos filósofos, el individualismo habría contribuido a la destrucción de los lazos sociales, la aniquilación de la preocupación por los demás, el debilitamiento general de la voluntad de vivir juntos, etc. Se habría impuesto el reinado del individuo egoísta, despolitizado, inconstante, «zapero», consumidor compulsivo, ocupado en la satisfacción de sus deseos más inmediatos, los más materiales. Habría que recuperar por tanto lo que puede servir de «enlace» con el otro, revalorizar los movimientos «desinteresados» del alma, reforzar lo que podría fortalecer de nuevo en el corazón de los ciudadanos el gusto por las cosas hermosas, la constancia, la duración, la fidelidad, la comunidad. Desde todos estos puntos de vista, el amor parece ser un remedio perfecto.

¿El amor no puede ser concebido como una apertura al otro y a la vulnerabilidad de nuestro prójimo?Este discurso no es insostenible, pero tiene un defecto importante para mí: enmascara el hecho de que la alabanza del amor sirve para justificar públicamente la negación de cualquier innovación normativa en materia de matrimonio, sexualidad o procreación; excluye la posibilidad de ir más allá de la idea de pareja en el poliamor (esta práctica que supone que uno puede amar a varias personas al mismo tiempo con la misma intensidad), el cuestionamiento de la dominación del amor heterosexual por la búsqueda bisexual o transgénero, el «sin sexo» o el celibato asumido, los contratos sexuales generalizados (relaciones sadomasoquistas, prostitución, etc.) y el desarrollo de nuevos modos de acceso al «mercado del sexo» a través de sitios de citas por Internet … Los sociólogos llaman a estas nuevas prácticas “sexualidades negociadas». Uno las puede defender como formas de amor que tienen su lugar entre las demás. Si nos resulta difícil de aceptar, es probablemente porque respetamos, a veces sin saberlo, una cierta tradición filosófica del amor que es moralizante, que impondría una determinada concepción del bien o de la perfección humana intelectualista a expensas de otras, más corporales.

Habla usted de amor con frialdad casi clínica. ¿Podemos dejar a un lado los sentimientos en este tema y elegir entre «filosofar o hacer el amor» como sugiere en el título de su obra?La filosofía, con sus conceptos abstractos y sus patrones de pensamiento generales, ¿puede captar lo que hay de carnal, de sensual, de emocional y especial en cada historia de amor? Para algunos pensadores, la respuesta es claramente «no». Ellos creen que la poesía, los relatos, el cine, las novelas son géneros mucho más adecuados a la hora de hablar de amor debido a su falta de pretensiones teóricas y a su sensibilidad por los aspectos físicos, singulares, de toda actividad humana. Estos pensadores consideran que la filosofía del amor es inútil, ya que elimina lo que trata de explicar: la singularidad de cada encuentro amoroso, la intensidad de las emociones que despierta. Yo, por mi parte, estoy en completo desacuerdo con estas declaraciones. Nadie parece pensar, en efecto, que filosofar sobre la nostalgia, el aburrimiento o la finitud conduce necesariamente a empobrecer estos sentimientos, reemplazándolos con generalidades intelectuales. Nadie (aparte de unos pocos estoicos), parece creer que reflexionar racionalmente sobre el sufrimiento o la soledad los hará desaparecer de nuestras vidas (lo que por cierto podríamos lamentar). ¿Por qué esto mismo no se aplica al amor? El conocimiento del amor no tiene por qué ser necesariamente tan intuitivo, espontáneo o emocional como el amor.

¿Por qué critica especialmente la idea de que el sexo sin amor sería de menor valor? ¿Es una concepción que le parece domina hoy en día?La idea de que el sexo sin amor es de menor valor presenta dos aspectos que yo contesto: moral y psicológico. Para los moralistas, el sexo sin amor transformaría al otro en un objeto, “en un limón que tiramos después de haberlo exprimido» o en un «cerdo asado que comemos para saciar el hambre» según las imágenes de Emmanuel Kant (más competente en la cocina que en el sexo, por lo que parece). Es decir, que las relaciones sexuales que se suponen sin amor serían profundamente malsanas, degradantes, contrarias a la «dignidad humana». Esta idea se ha extendido y ha marcado el camino. Hoy existe una visión que ya no es solo moral, también es psicológica. Hay que preferir el sexo con amor al sexo sin amor porque el amor haría el sexo más feliz, más gratificante, más satisfactorio física y psicológicamente. Por lo tanto, más allá de cualquier moralismo, el sexo con amor es el sexo bueno y el sexo sin amor es el sexo malo; pero esta suposición carece de respaldo empírico.

De hecho, usted defiende la idea contraria

Hay razones para creer que el amor es un obstáculo más que una contribución a una relación sexual satisfactoria. Cuando se involucra el amor, el deseo sexual perdería su obviedad y simplicidad. El amor podría incluso contribuir a inhibir el deseo sexual. Eso al menos es lo que afirman las teorías, a menudo de inspiración freudiana, que oponen a los estereotipos de la «madre» (en el lado del amor) al de la «puta» (en el lado del sexo), sin posibilidad de conciliación. Con frecuencia los humoristas se ríen de ello: El mejor sexo es el sexo por el sexo, el sexo sin amor. Woody Allen es un experto en aforismos sobre este tema. Algunos de ellos forman ya parte de la sabiduría popular: «El sexo sin amor es una experiencia vacía. Pero como experiencia vacía es una de las mejores»; «¿Es sucio el sexo? Sí, pero solo cuando se hace bien», etc. En realidad, el argumento psicológico de que el sexo con amor es más gratificante que el sexo sin amor no está realmente fundado. Por tanto, resulta necesario considerar otra hipótesis; la que propongo es política. La crítica del libertinaje, del sexo por el sexo, de la libertad de los deseos, tan virulenta en la derecha como en la izquierda radical, es ante todo puritana. Se nos impide pensar que el amor es perfectamente concebible sin sujeción a la idea de la pareja obstinadamente fiel, perdurable, eterna, etc. El amor podría perder ese sentido ascético, religioso, elitista que ganó a través de las figuras del amor romántico o moral. El amor podría convertirse en algo físico, efímero, democrático.

¿Es ésta una forma de revitalizar el pensamiento crítico de los filósofos clásicos como Sócrates o Nietzsche?

En efecto, intento que vuelva la voz crítica en el debate filosófico alrededor del amor. Es una voz que ha sido asfixiada en la filosofía reciente por el elogio, la glorificación, la alabanza sin matices, sin distanciamiento.

Y entonces ¿Cuál sería su definición del amor?

Intento, sobre todo, mostrar por qué el amor resulta tan difícil de definir. Hay dos tipos de definiciones que se oponen: conativa (Amar es querer el bien del otro) y afectiva (el amor es disfrutar de la presencia del otro). Personalmente, creo que estas dos definiciones son defectuosas. Usted puede amar sin querer el bien de la persona amada. Usted puede amar a alguien sin disfrutar de su presencia. La búsqueda de una definición de amor que aprehendiera su «verdadera naturaleza» (su «esencia») tiene pocas posibilidades de éxito. El hecho de que exista una multitud de concepciones del amor que compiten entre sí y de que parezca imposible decidirse por una de ellas utilizando los métodos filosóficos habituales fortalece mi convicción. Desde luego, estas concepciones no son infinitas en número, y nada nos impide tratar de evaluarlas siguiendo ciertos criterios, eliminar las peores y mantener temporalmente las que resistan el escrutinio. Sin embargo, hay bastantes lo suficientemente buenas como para justificar mi escepticismo respecto a la posibilidad de llegar a una definición unánime del amor. En cualquier caso, el objetivo de este libro no era el de proponer una definición más correcta de amor, más en línea con la verdad del amor que las anteriores. Dejo esta tarea a  los que creen que tal definición se puede encontrar.

Usted menciona mucho el amor según … Johnny Hallyday , Whitney Houston, Edith Piaf , Stromae ¿qué aporta la canción popular?

Se trata de un material no filosófico que, con los resultados de los estudios científicos, me permiten identificar lo que yo llamo las ideas básicas o las intuiciones básicas del amor: «el amor es más importante que todo», «el amor está más allá del bien y del mal», dura necesariamente,  no sería el resultado de decisión alguna, de razón alguna, se encarnaría en una persona insustituible… La canción popular tiene el mérito de expresarlo de forma particularmente clara y directa. Con sus trivialidades deprimentes y sus destellos poéticos, ofrece considerables recursos de pensamiento.

Estas referencias también muestran su interés por interpelar al gran público. ¿Piensa usted que la filosofía puede cambiar las mentalidades?

En el campo de los asuntos humanos, la filosofía no busca necesariamente cambiar las mentalidades. La filosofía puede ser profundamente conservadora, estar al servicio de los dominantes; también puede ser pomposa, grandilocuente, alimentarse de clichés, afirmaciones sin pruebas y argumentos de autoridad. En lugar de enfrentarme a este cuerpo que tanto me deprime, prefiero ignorarlo y hablar con lo que ustedes llaman el público en general, con palabras sencillas y argumentos claros; en la medida en que pueda formularlos claro.

*Traducción libre de la entrevista publicada en francés por Sciences Humaines: http://www.scienceshumaines.com/l-homme-qui-critiquait-l-amour-rencontre-avec-ruwen-ogien_fr_33365.html

 

Amor

14 Feb

pilar_5_añosCuando era muy niña me encantaba que llegara el 14 de febrero, sobre todo si ese día caía entre semana. En San Valentín, si me gustaba algún niño, me ponía algo rojo. El rojo, como un metalenguaje, un código primario que solo entenderíamos ese niño y yo, nos haría reconocer lo que sentíamos el uno por el otro.

Siempre me han gustado las vísperas; imaginar las cosas antes de que éstas ocurran. En la víspera del 14 de febrero yo ya me veía entrando por la puerta del colegio, sentándome en mi pupitre, levantando la mirada hacía su fila para, de soslayo, descubrir que me estaba mirando. Solo eso me bastaba, con eso ya tenía sentido el día de San Valentín.

Los humanos necesitamos manejarnos en los límites de lo concreto, nuestro cerebro se siente más seguro. Nos gusta sintetizar en palabras lo abstracto; también se lo hacemos al amor. Creo que no hay nada más inasible ni más libre que el amor. Sin embargo, nos empeñamos en asignarle un nombre, le imponemos los límites del concepto y lo encerramos en la jaula de la semántica. El cerebro quiere entender, clasificar, amaestrar la realidad, pero ¿habrá cosa menos entendible, más inclasificable e indomable que el amor?

La palabra “amor” hace común lo poco común y, así, se la utiliza para vender y solemnizar una quimera. Con la sintaxis arruinamos la posibilidad de lo imposible.

Hoy, y todos los días, intentemos salir de lo común del lugar y el nombre. No lo nombremos, no lo encerremos; simplemente vivámoslo, como venga. Dejémoslo volar, libre y juguetón, como cuando éramos niños.

Realidad virtual

7 Jun

Realidad-virtual-old-fashion

“Le véritable voyage de découverte ne consiste pas à chercher de nouveaux paysages, mais à avoir de nouveaux yeux » (El verdadero viaje de descubrimiento no consiste en buscar nuevos paisajes sino en tener nuevos ojos). Marcel Proust

La mente humana es muy maleable, lo que nos da una tremenda capacidad para aprender. Cuando llegamos al mundo aprendemos por imitación y, así, intentamos hablar remedando los movimientos de la boca de nuestros padres y lo que al principio solo nos parecen ruidos. En un experimento realizado por una universidad escocesa que pretendía entender el proceso del aprendizaje, se mostró a varios niños  y chimpancés cómo obtener una recompensa insertada en una caja opaca mediante tres acciones consecutivas. Tras ello, se repetía la experiencia con una caja transparente idéntica a la anterior que permitía observar que las dos primeras acciones eran completamente inútiles. Ante la caja transparente, los niños seguían repitiendo las acciones que no contribuían al proceso, reproduciendo cada detalle con cuidado, no así los chimpancés. Los niños tienden a imitar las acciones al margen de la eficiencia o la eficacia de sus comportamientos; los chimpancés emulan, es decir, observan los resultados de sus acciones y actúan en consecuencia. Esto, a primera vista, nos haría pensar que los chimpancés son más inteligentes.

Con la edad, los seres humanos tendemos más hacia la emulación, pero nuestro cerebro ya se ha visto muy condicionado por el proceso imitativo. Esto hace que a veces nos resulte tremendamente difícil salirnos de los moldes establecidos. En la mayoría de comportamientos en sociedad lo importante no es el resultado final sino la manera en que se hacen las cosas: las convenciones sociales. La imitación nos permite ser aceptados, se trata de una estrategia adaptativa para vivir en sociedad. Sin embargo, la vida se encarga de mostrarnos las contradicciones entre lo aprendido por imitación y lo deseado desde la propia experiencia vital. Intuyo que el desasosiego, las crisis de la adolescencia o la de los 40, las depresiones o la sensación de marginalidad nacen de esas contradicciones. ¡Qué difícil resulta vivir la realidad sin las muletas de las certezas! Perder el miedo a cuestionarse gran parte de la herencia recibida. Por eso, cuando se conoce a alguien esencialmente libre, que se ha aventurado por el camino de la incertidumbre sin temor, alguien capaz de ver cada día la realidad con nuevos ojos, que entiende que todo lo que nos rodea es una mera realidad virtual, una simple construcción mental, uno se siente un poco menos solo y agradece el enorme privilegio de estar aquí y ahora, siempre aprendiendo.

Tiempo de lagartijas

11 May

comment-lezarder-41209201937Existe una palabra en francés para la que no encuentro correspondiente en español: “lézarder”. Lézarder equivale a vaguear, pero al sol, como las lagartijas. Me llama la atención que, con tanto sol como tenemos en España, no dispongamos de una palabra que defina esa tibia sensación, ese “dolce far niente” al que invita la estación estival. Solemos valorar poco lo que tenemos más a mano. A los parisinos, que de tan pocos días de sol disfrutan al año, les encanta lézarder. Bastan unos pocos rayos para que se apropien de los parques, de las terrazas de cafés y bistrots, aletargándose durante horas en esas pocas, poquísimas tardes, en las que el sol llega a picar en París.

A mi lézarder me recuerda el sopor de las tardes veraniegas de la infancia. Sentada en una butaca en el patio trasero, a la sombra de las higueras, con el ruido del mar a lo lejos y la bochornosa brisa acompañada por el canto de las chicharras. Casi dormida pero despierta, la imaginación revoloteaba libre y juguetona.

Ya se acerca el tiempo de las lagartijas. Empieza a intuirse el verano. Un tiempo en el que deberíamos permitirnos tumbarnos a no hacer nada productivo. Un tiempo para olvidarnos del sinsentido en el que vivimos el resto del año, ocupados por miles de cosas sin importancia. Quizás si nos parásemos un poco, lagartijeásemos un poco más, podríamos empezar a pensar… algo tan básico y necesario para cambiar el curso de esta carrera hacia ningún lugar.

Desorden

1 Feb

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Soy una persona estéticamente ordenada. Me gusta que todo aparente estar en su lugar, que haya un equilibrio de colores, volúmenes y formas. Sin embargo, basta con rascar un poco para desmontar la farsa. Acumulo cajas de forma compulsiva. Cajas bonitas que dentro padecen el síndrome de Diógenes e intentan disimular el desorden en el que de vez en cuando me revuelco con fruición.

Da un placer vertiginoso asomarse al abismo del desorden; abstraerse y sumergirse en las aguas fangosas de un manglar en las que se va tropezando con historias y objetos que en apariencia no guardan relación alguna. A veces uno se pierde ahí dentro, pasan las horas y se termina con la sensación de que a lo largo de todo ese lapso no se ha hecho otra cosa que desperdiciar el tiempo rebuscando. Pero hay otras en las  que, de repente, sin entender todavía por qué, se experimenta un placer casi orgásmico; un momento en el que se comprende lo que todo ese cúmulo de detritos y gajos deslavazados quiere contar. Es entonces cuando uno cree que, por mucho que se haya dicho o contado, quizás todavía queden historias que anhelan ser ordenadas en una secuencia lógica y hermosa; aquélla que no tiene necesariamente que coincidir con lo que en realidad les ocurrió, pero sí con lo que todas esas cosas juntas hubieran querido que ocurriera. Es la ficción del orden, del orden en el desorden.

Página en blanco

26 Oct

cuadernoHoy he vuelto a comprar un cuaderno con la falsa ilusión de la página en blanco. Un cuaderno que me haga sentir que puedo volver a escribir todo, empezar de cero.

El aroma del papel no usado me invade y me tranquiliza. Probablemente algo en mi subconsciente me recuerda al feliz momento infantil del estreno; un nuevo estuche, una caja de colores perfectamente afilados, unas ceras o una cartera al iniciar el curso. Algo único y que solo existe para mí.

Me he entretenido buscándolo. Intentando encontrar uno que resuma todo lo que espero de un cuaderno. Que sea de pasta dura, que el papel sea un poco rugoso y esté ligeramente deslavazado, que su lomo abra bien y me permita escribir las hojas por ambos lados, que tenga el tamaño apropiado. Lo voy a dedicar a no sé qué nueva lista de cosas que me permitirá organizar mejor mis pensamientos.

En el fondo sé que esta sensación durará poco; que, como en muchas otras ocasiones, lo abandonaré tras haber rellenado las primeras ocho o diez páginas. Dentro de unos días, este cuaderno pasará a formar parte de la pila de librillos a medias que invaden mi habitación. De forma ilusa, por unos momentos me lo creeré, experimentaré la ilusa euforia de que todo es posible, de que puedo hacer borrón y cuenta nueva. Y nuevamente volveré a sentir que necesito comprarme un cuaderno. Saldré a la calle a buscarlo, seguro que esta vez será el cuaderno definitivo.

Me va la caña

19 Feb

A veces, cuando leo o escucho una reflexión de alguien a quien admiro intelectualmente me llevo un buen mazazo. De repente se me caen algunos mitos y pienso: pero ¿cómo ha podido decir algo así esta persona? Tras un primer momento de aturdimiento intento recuperarme y entender. Algunas de esas veces me encuentro con que ese o esa provocadora me está mirando, expectante y socarronamente, a ver cómo reacciono, cómo respondo ante semejante barbaridad. Suelo entrar al trapo, como borrego que llevan al matadero, y me meto por unos vericuetos de los que me resulta muy difícil salir.

En contadas ocasiones caigo en que lo que intento defender a capa y espada en realidad no es tan defendible y me veo en el paredón, confrontada a mis propias contradicciones. En esos momentos y, aunque me duela, agradezco que me muestren las cosas desde distintas perspectivas. Resulta sin embargo doloroso, al fin y al cabo se trata de una buena cura de humildad y cuesta tragarse el sapo….

Admitir que no hay verdades absolutas cuesta lo suyo. Duele que a uno le toquen la fibra pero a mí, tengo que admitirlo, me va la caña; aunque de vez en cuando termine cabreada conmigo misma por no haber sabido estar a la altura…

Cateto-pijos

23 Ene

Hace unos años yo también me fui al norte; también me busqué la vida fuera de España. Ahora, desde hace ya algún tiempo de vuelta, hay días en los que me asaltan las ganas de huir. De vez en cuando me da por pensar por qué; cuáles son las razones por las que me siento un poco extranjera en el país del que soy. Hoy una de esas razones me rondaba la cabeza. Creo que en este país hay una especie autóctona que nos impide progresar, son los cateto-pijos.

No me gustan las generalizaciones porque siempre son injustas pero, a vuelo de pájaro, en España todavía se divisan bastantes cateto-pijos entre la masa. También generalizando diré que en Francia, en París especialmente, hay mucho bo-bo, lo que ellos llaman burgueses-bohemios. Un bohemio es aquél que, como dice la canción de Aznavour, come uno de cada dos días porque no tiene ni donde caerse muerto. Un burgués, si algún día no come, será por elección propia, porque estará haciendo dieta. Este tipo de contradicciones son una constante en la personalidad de muchos franceses. Entre muchos de los parisinos que he conocido hay algunos que están tan incómodos consigo mismos, se gustan tan poco, que se inventan un personaje. Hay un cierto grado de impostura, de interpretación entre muchos de ellos. Con los parisinos uno nunca sabe si está hablando con la persona o con el personaje, con el burgués o con el bohemio.

Los alemanes, los berlineses más exactamente, tienen también sus propios conflictos de personalidad. Entre la mayoría de los que he conocido hay una auténtica obsesión por estar siempre cultivándose. Esto llega a ser tan importante para ellos que nunca se dan tregua, nunca se permiten estar tumbados a la bartola sin estar haciendo algo intelectualmente productivo. Digo los berlineses porque son los alemanes con los que más me he relacionado pero, una vez, cuando vivía en París, me ocurrió una anécdota con un alemán no berlinés que me vino a mostrar lo que la intelectualidad representa para el pueblo alemán. Los bávaros están considerados los catetos de Alemania. Gente forrada que solo está preocupada por lo material y que son los que suelen pasar sus vacaciones en la urbanizada costa española. En mis primeros años en París viví en la casa de Alemania en la ciudad universitaria. En mi pasillo había un bávaro; los alemanes distinguen rápidamente la región de procedencia. Ser de una u otra región, un Länder como ellos dicen, casi significa pertenecer a una u otra clase. Un día, desconsolado, este bávaro llamó a mi puerta. Su novia, amiga mía, lo había dejado. Necesitaba hablar, se preguntaba por qué le había pasado algo así, según él eran felices. En un momento de la conversación me hizo una pregunta que a mí me pareció muy naïf para alguien de su edad: ¿Cómo se puede hacer para ser un intelectual? Tuve que esforzarme para disimular mi risa. ¿Cómo podía hacerme una pregunta semejante? Con el tiempo me di cuenta de lo que esa pregunta significaba realmente. Los alemanes saben que la única manera de dejar de ser un cateto, lo que al fin y al cabo él era considerado en Alemania por ser bávaro, es formando su intelecto.

En España sigue habiendo mucha gente que cree que salir de cateto se consigue comprándose ropa de marca, un Audi o un Mercedes, una casa con piscina, un vestido o un bolso en París o Nueva York, aunque tenga que comer patatas y garbanzos casi todos los días. En España se sale de cateto convirtiéndose en un cateto-pijo, ni más, ni menos.

Ojalá que estas generaciones que se ven obligadas a irse al extranjero por lo difícil que les está resultando labrarse un futuro aquí vayan cambiando poquito a poco el panorama nacional. Ojalá nos ayuden a entender que, salir de cateto, no se consigue fardando de estatus económico delante del vecino. Ojalá entiendan y nos hagan entender que el mundo es algo más grande. A lo mejor entonces, en un futuro próximo, algunas cosas empiecen a cambiar en España…

The protester

17 Dic

Resistir supone considerar que hay cosas escandalosas a nuestro alrededor que deben ser combatidas con vigor. Supone negarse a dejarse llevar a una situación que cabría aceptar como lamentablemente definitiva.
Stephane Hessel

Esta semana la revista Time publicó, como suele hacerlo por estas fechas, su número especial sobre el personaje del año. Reconozco que le he tomado gusto a coleccionar estos números como una forma de tomarle el pulso al año que se termina. Este año, 2011, Time ha considerado al manifestante su «person of the year» y ha reconocido así a todas esas personas anónimas que, en distintos lugares del mundo y por distintas, aunque en el fondo similares, razones han puesto en cuestión el sistema en el que les ha tocado vivir.

Quiero imaginar que, puesto en perspectiva, el año 2011 será recordado como el año en el que mucha gente empezó a despertarse y a entender que, con frecuencia, nos sometemos porque nosotros mismos creemos que no podemos cambiar las cosas.

El año pasado, este mismo número seleccionó a Mark Zuckerberg personaje del año 2010 bajo el lema «The connector». Facebook y tantas otras redes sociales han facilitado sobremanera que toda esta gente que se sentía un poco sola gritando en el desierto haya encontrado a otras con las que unirse y compartir sus ideales. Las redes sociales, cual estructura neuronal, nos están ayudando a tejer un entramado de conexiones que el poder tradicional ya no puede controlar.

Me gusta también imaginar que, poco a poco, nos estamos librando de esa necesidad de líderes carismáticos y personalizados. El que este año Time haya elegido a una persona anónima como su personaje del año me hace pensar que, a lo mejor, sin darnos cuenta, este año hemos dado un pequeño gran paso hacia ello.

Estoy esperando, como agua de mayo, que esta próxima semana llegue a mis manos ese número especial de Time que me haga cerrar el año pensando que, quizás, 2011, ha sido un buen año.

My guru

11 Dic

El otro dia estuve tomando una cerveza, digo bien una, en Barcelona con un amigo al que quiero un mont♥n. Bien es cierto que no nos vemos mucho, pero siempre lo llevo en mi corazón. Perdonen la cursilada pero es cierto. Compartimos muchos momentos vitales, más de los que él se imagina y no le cuento por no hacerme la pesá. Bueno, vuelvo a nuestra cerveza en Barcelona… Llegó un momento en nuestra conversación en el que no sé por qué salió un tema un tanto peculiar. Me contaba que, últimamente, todas las tías con las que se encuentra tienen su gurú particular. Alguien que las asesora en todo lo importante de la vida, alguien que las informa de lo que son y lo que deben ser. Alguien que las define como personas. Yo entiendo que una se esté buscando a una misma, yo misma lo hago cada día. No es fácil pero, realmente, necesitamos a un/una guía espiritual que nos diga cuál es el camino? No teníamos bastante con la religión? Entiendo que cada uno busque su senda pero, no es hora ya de liberarse de las muletas? Los gurús no son nadie sin nosotros. Nuestra ignorancia los encumbra y los llena de éxito y dinero, los mismos valores contra los que ellos se rebelan y dicen luchar. Sé que resulta duro saber que, esencialmente, tenemos que aprender a construirnos a nosotros mismos. También sé que no queremos sentirnos solos pero, hace falta negarnos y esclavizarnos para llegar a nuestro propio ser? No sé, lo cierto es que sé bien poco pero creo que el camino de los gurús es otro sucedáneo más de la auténtica libertad. Perdonen si me pongo un poco «pesá» pero es domingo por la noche y mi tele no funciona.